Me había ido a caminar con la soledad y encontré un compañero. Uno de esos que mira los gatos pasar y analiza a cada persona del paradero. Lo encontré y lo miré de lejos. Su manera de estar des-acompañado me resultaba muy singular. Estaba solo, pero con todo a la vez. No le faltaba nada. Las energías las tomaba del caminar de las personas y del sonido de su suspirar.
Cuando me descubrió mirándolo, me llamó con el dedo. Me senté a su lado y desaparecí con él. Me llevó a este descampado donde aprendí a ver las cosas como no son y entendí cómo, luego de tanto tiempo de haber estado solo, él solo existía para que yo lo encontrara y me pudiera enseñar el arte de sobrevivir.
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