Cada vez que elijo ir a un sitio al azar, me como las uñas en el camino. Nadie me dice quiénes estará, si será para viejos y no me va a gustar o si las forma en la que voy vestida no es la correcta. Peor aún ese día, donde me levanté de la cama a ponerme el top más estridente que conseguí. Y yo feliz, caminando y compitiendo con el sol.
Dejé las uñas regadas por el colectivo y me bajé sin saber qué esperar. Ahora, mírenlo ustedes.
Un nuevo episodio de acosos desde la comodidad del Festival Geiser.
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